“No toda caída es derrota, pero el peligro está ahí” - l. Liu-ho.
Mi querido viejo, recientemente he vivido experiencias tristes y sorpresas por problemas y enfermedades de amigos y conocidos, y creo que todos en algún momento compartimos la pena de una enfermedad, un accidente, un incidente incluso, que afecta la vida de alguien querido.
La vida es así, y no podemos sustraernos a la pena de saber que uno de los mejores amigos de las bregas de la cirugía padece un cáncer avanzado, y que a pesar de los esfuerzos de la ciencia, su futuro no es bueno; otro caso: un amigo se cayó al bajar un escalón, lo que le produjo una fractura de la cadera, que ameritó una operación para cambiarle la cabeza del fémur que se había destruido; otro médico, amigo y maestro de muchas generaciones, se resbaló en el baño y se fracturó las costillas, lo que le acarreó una grave hemorragia interna y estuvo varias semanas en el hospital; y finalmente, una amiga de la infancia a la que le tengo un especial aprecio se cayó en su casa, se lastimó el cráneo ¡y se desprendió el pabellón de la oreja!, lo que ameritó una atención urgente, reconstrucción de la oreja y atención a las lesiones del cráneo.
No es bueno hablar de cosas tristes, pero si estos relatos sirven para que tú, querido viejo y muchos viejos y viejecitas más presten atención, habrá valido la pena.
Y es que la sabiduría tradicional de las abuelas es vigente aún el día de hoy, porque recuerdo que ellas decían: “los viejos mueren cuando sufren una de las tres C: catarro, caídas y cagalera”; y es verdad nuestros pulmones pueden dañarse con el tiempo y las infecciones afectan bronquios y pulmones, lo que en estos meses favorece la aparición de las neumonías; y del mismo modo, las “cagaleras”, diarreas de los ancianos pueden producir una gran deshidratación y amenazar la vida; venturosamente, para ambos problemas, hoy tenemos medicamentos, antibióticos y demás que permiten que esas amenazas sean menos graves que hace un siglo, pero hay que tenerlas presentes.
Pero lo que no ha cambiado es la segunda “C”, las caídas, que como relaté al principio de esta columna se dan un día sí y otro también, y por eso quiero que pienses bien qué peligros tienes de sufrir una caída, una fractura o algo más grave; esto ha sido abordado una y otra vez en IMENA, porque es de gran importancia.
El primer peligro está en tu condición física: los viejos vamos perdiendo masa muscular al paso de los años, y eso hace más frágil nuestro cuerpo, los huesos pueden perder calcio y se hacen también más débiles, y las articulaciones no son tan elásticas como antes; ciertamente, el ejercicio que aquí te he recomendado permite que tu condición física sea aceptable, pero hay que tener cuidado en todo momento.
Debemos caminar con pasos grandes, porque mientras más pequeños sean los pasos, menor equilibrio tiene el cuerpo, y se puede perder el equilibrio simplemente al caminar; Pasos grandes y amplios es pues la primera recomendación; y al caminar debemos tener un calzado adecuado, porque unas “chanclas viejas” pueden hacer que tropecemos; Calzado Adecuado y Abrigador es la segunda recomendación.
Y en relación con nuestro mundo, es indispensable que sepas dónde están los peligros: en los tapetes flojos o duelas levantadas, en los juguetes que dejó tirados el nieto, en las escaleras, en el tapete del baño, en la regadera misma; haz un inventario de peligros y evítalos, fijando los tapetes, poniendo barras de protección en el baño y la regadera, etc. no olvides que “una onza de prevención es mejor que una libra de curación”.
Y en la calle, recuerda que vivimos en una ciudad en la que los funcionarios no funcionan, y que hay peligros en cada calle, en cada banqueta, en atarjeas flojas, registros de agua ausentes, losas sueltas, arena, basura, qué se yo; si tienes que caminar por las calles de la ciudad ten mucho cuidado en cada paso.
Nadie puede cuidar tu salud como tú, y qué bueno que para dos de las tres "C" hay medicinas y antibióticos, pero para la "C" de caídas, lo único que cuenta es la prevención.