Envejecer en la ciudad.
La legislación mexicana considera que una persona es adulta mayor cuando cuenta con 60 años o más. Hasta el año 2017, en nuestro país habitaban 12 millones 973 mil 411 personas mayores de 60 años, mismos que de acuerdo con el Consejo Nacional de Población (CONAPO), se dividen en un 53.9 por ciento de mujeres y 46.1 por ciento de hombres. Asimismo, se estima que para el año 2030 el número de adultos mayores será de 20.4 millones, cifra que representará al 14.8 por ciento de la población del país; e incluso se espera que el número aumente a 32.4 millones de personas para 2050, el 28 por ciento de la población de México.
Foto: Cuartoscuro.
Esta situación se justifica debido al aumento en la esperanza de vida de este sector de la sociedad, ya que en la actualidad, se ubica en casi 75 años. Sin embargo, existe un contraste con la esperanza de vida saludable, la cual es apenas 65.8 años estimaciones del DIF (Sistema Integral para el Desarrollo de la Familia), lo que significa que hay un incremento en los padecimientos y dependencias del adulto mayor.
Bajo esta lógica resulta interesante cuestionarse, el sentido y para quienes se diseñan las ciudades de hoy. Las urbes son lugares sorprendentes para la gente joven; centros de oportunidades de trabajo, educación, ocio, cultura, inclusive su diseño; sin embargo han dejado de lado la integración de las viejas generaciones que se expresa con prejuicios que se trasmiten en el lenguaje, en las expresiones conductuales y normativas institucionales, públicas o privadas.
De manera que, para quienes planifican y ordenan las ciudades es difícil superar los estereotipos e imágenes negativas de los viejos, comúnmente asociados, desde una perspectiva deficitaria, con pérdida, deterioro, enfermedad o aislamiento. Las ciudades que habitamos no están planificadas y ordenadas para todas las edades, y si se hace, es desde esta perspectiva deficitaria, que se limita a hacer funcional y accesible los espacios urbanos, desconociendo al viejo como sujeto activo, autónomo y participativo (Montes, 2013).
Particularmente en la CDMX reconocida como la segunda entidad federativa más poblada y envejecida del país; se distingue del resto de los estados por los niveles de desarrollo social y humano, de infraestructura pública y privada, así como por una agenda pública que incluye programas sociales y marcos legales locales, paralelos a la política nacional, enfocados al desarrollo social de grupos vulnerables como las personas adultas mayores.
Se han implementado múltiples iniciativas para mejorar la calidad de vida de este creciente sector de la población; donde el reto de las nuevas políticas públicas y quienes diseñan las ciudades, es fomentar e innovar en el desarrollo de capacidades técnicas y modelos de atención al proceso de envejecimiento.
No obstante, la falta de personal capacitado en áreas gerontológicas, no solo en aspectos médicos sino en otras disciplinas, hoy dificulta sobrepasar las limitaciones a un envejecimiento con respeto y dignidad.
De modo que es imperativo empezar a prever las consecuencias que este fenómeno genera, a partir de la ampliación de la oferta formativa de programas educativos, sociales y culturales perfilados a la atención de la vejez, pero también su correcta aplicación, una constante evaluación y cobertura lo más amplia y ecuánime posible.
Referencias
Consejo Nacional de Población (2010). Indicadores demográficos para adultos mayores, México, CONAPO.
Corona Alfredo, Garrocha Carlos, Campos Juan (2018). Análisis Espacial de la Segregación Residencial de Adultos Mayores en la Zona Metropolitana del Valle de Toluca. Revista de urbanismo. Chile. N° 55. Pág. 27-45.
inegi.org.mx/monografias/informacion/df/default.aspx?tema=me&e=09 (Recuperado en abril de 2012)
Montes de Oca Zavala Verónica (2013). La discriminación hacia la vejez en la ciudad de México: contrastes sociopolíticos y jurídicos a nivel nacional y local. Revista perspectivas sociales. Vol 15 Num1. Pág. 47-80.
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